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«Las librerías en Pamplona tenemos una fortaleza precaria»

Germán Esparza Larramendi | Presidente de la asociación de libreros de Navarra Diego de Haro

“Las librerías en Pamplona tenemos una fortaleza precaria”

Padre, por segunda vez, hace cuatro semanas, concede unas horas de su baja paternal para ejercer de portavoz de la asociación de libreros de Navarra Diego de Haro, que preside. Desde el fin de semana pasado y hasta el final de la jornada de hoy, las librerías socias despliegan sus casetas en la plaza del Castillo, en su cita anual con los pamploneses en la calle.
TEXTO: PILAR MORRÁS FOTO: EDUARDO BUXENS

La Feria del Libro concita en Pamplona a las librerías Troa, Walden, Chundarata, Miriam, Nerea, Arista, Katakrak, Abárzuza, Deborahlibros, Ménades y Elkar. Además de estas, completan la asociación librera de Navarra los establecimientos tudelanos Letras a la taza y Mazos; las tafallesas Idazti y Folder y la de Irrintzi, en Estella.

¿Qué porcentaje de ventas anuales supone la Feria del Libro para los libreros?

La razón principal de salir no es económica. ¡Para nada! Es otra. No es económica porque nos supone mucho gasto a las librerías: el suelo, la electricidad, el alquiler de las casetas, duplicar personal y, además, acompañar eso con un descuento en un mundo donde –algo que no suele decirse– el precio del libro es fijo y el porcentaje del librero, también.

¿Cuánto les queda?

El porcentaje medio es el 30% de lo que vendes, menos el IVA. El otro 70% va a otras partes de la cadena: autores, traductores, editorial y distribuidora. Del 10% de descuento, la librería suele asumir un 5% y la distribuidora el otro 5%. Ya le digo, la razón no es comercial. Es más una cuestión colectiva. De ciudad. Una necesidad de salir a la calle y decir: ¡Aquí estamos las librerías de Iruña. Esto hay en vuestra ciudad! El resto del año, estamos en nuestras bajeras. Aquí, tienes la oportunidad de recorrer en diez minutos todas las librerías de la ciudad. Y de fomentar el hambre de lectura. Sí. Hay gente que no entra en las librerías. O que solo va a una o dos. Esto es una forma de encontrarse con el resto de librerías, de sacudirse prejuicios, de encontrar otro tipo de oferta no habitual. La gente igual piensa que esto ocurre en todas las ciudades, pero no es así. En pocas hay ferias tan potentes como Pamplona.

¿Podemos presumir de ciudad lectora?

De ciudad con librerías. Es un camino de ida y vuelta. Las personas ayudan a conformar cómo son las librerías y las librerías a los lectores. En las ferias de otras ciudades del Estado, hay distribuidoras, hay editoriales... Aquí solo estamos librerías independientes. Pero no deja de ser una fortaleza precaria, en el fondo.

¿Por qué lo dice?

Porque la verdadera amenaza del libro no es el formato digital. Ni siquiera el que cada vez haya menos gente que lea. La amenaza más potente es que la cadena tradicional del libro se está sustituyendo por otra forma de distribución y comercialización que se salta todos los pasos intermedios que le daban sentido.

¿A qué se refiere?

A los gigantes de la distribución, como Amazon. Desertizan toda la riqueza que hay en medio.

¿Porque prescinden del librero?

Uno puede pensar que comprando en estas distribuidoras se está saltando intermediarios y eso es mejor. Más rápido y más barato te va a llegar. Pero no es así. Esos intermediarios existen igual, solo que ya sometidos a la estructura de ese gigante comercial. Hace que la diversidad del sector tenga más dificultades para persistir, los márgenes sean menores, las condiciones sean peores y el mercado esté cada vez más controlado por un operador. Y cada vez, más librerías cierren la persiana. El David contra Goliat de siempre.
Pero hay lectores que se están dando cuenta de que así el sector se empobrece. En EEUU hay ciudades de más de un millón de habitantes sin librerías. Imagínate Zaragoza sin una librería. A la gente que no lee libros le da igual. Para el que le gusta leer es una distopía.
Tal como lo cuenta, la supervivencia de las librerías parece un ejercicio de militancia.
Es un ejercicio de resistencia frente al mercado clarísimo. Aunque nosotros también seamos mercado, son intensidades diferentes. Y, sobre todo, objetivos diferentes. Para un librero, el sueldo es un medio para vivir. Para un gigante comercial, el beneficio es un objetivo; no, un medio. Somos un sector comercial con muy pocas ayudas.‘Háblale de las subvenciones’ le ha comentado una librera
cuando ha visto que le entrevistaba. Hábleme, pues. Se refería al premio literario que creamos hace dos años. A ver si cae algo de ayuda. Desde luego, se hace bajo nuestra responsabilidad y costo. Pero no es una actividad comercial de la asociación, sino cultural.

¿No hay otras fórmulas de apoyar al sector librero local que un parche así?

¡Claro! Está el bono cultural, descuentos en bibliotecas, que tengan más capacidad para adquirir fondos bibliográficos y los adquieran en las librerías; no, directamente a las distribuidoras. Hay mucho que hacer. Legislar, probablemente a nivel nacional o europeo, cómo, cuánto y dónde tributan esos gigantes de la distribución, las condiciones en que están sus trabajadores... Dar más ayudas a los autónomos, a la cooperativas, al comercio de proximidad.
En Pamplona, frente al cierre de librerías históricas, hay un resurgir de pequeñas librerías casi ‘de autor’. Con el cierre de El Parnasillo, Gómez y Auzolan, hay un cierre de ciclo natural. Aunque cada cierre responda a cuestiones más particulares, sí que las tres eran librerías que se abrieron en un entorno político muy concreto como fue la Transición. Durante décadas, fueron referentes del mundo del libro en Pamplona. Treinta años después, ese espacio lo ocupan otros proyectos, que han surgido al calor de aquellas semillas: Walden, Chundarata, Deborahlibros, Katakrak. Porque las anteriores, en ningún caso, cierran por quiebra. Y ese espacio no se queda huérfano.
Esas nuevas que cita son librerías y algo más.

¿Tienen un sello más personal?

Son librerías independientes. Yo lo definiría así. No pertenecen a ninguna cadena y empresa y eso les confiere la libertad de poder tener una selección de libros muy personal.
Pero, en ningún caso, pueden huir de los ‘best seller’. Un best seller no es necesariamente malo. Aunque los hay muy malos. Pero a un libro que se venda mucho lo que le caracteriza no es su calidad, aunque la tenga, sino el dinero que se mete detrás. Por eso, las editoriales más pequeñas trabajan mucho la relación con el librero, utilizan más las redes sociales, espacios más informales. Creo que en las mesas de las librerías de Pamplona hay mucha diversidad. Para eso, además, están las librerías. Para ser correa de transmisión de los grandes grupos editoriales, la labor prescriptora del libre-
ro desaparece.
Abrir un libro, para mí, es cruzar una puerta. Hay tanta oferta que apabulla. Todo el mundo quiere escribir un libro.

¿Se ha devaluado el oficio de escritor?

Para responder a esa pregunta, habría que leer todo lo que se publica. Ni yo. Ni nadie puede. Históricamente, este sí que este el momento donde más libros se publican. Ninunca habían existido tantos potenciales lectores. En España, se publican varios libros a la hora. Las librerías notamos muchísimo la presión de la novedad editorial.
La selección de esos libros es lo que define
cada librería. El espacio es limitado.

¿Cómo eligen qué libros traer?

Nosotros tenemos una serie de editoriales de las que traemos prácticamente todo lo que publican. Un librero es una persona que procura estar muy atenta. A reseñas; redes sociales; eventos culturales; recomendaciones de otras personas. Las grandes editoriales también publican cosas muy interesantes. De hecho, cualquier lector que sigue un tema, ya sabe mucho más que tú. Por eso es tan enriquecedor trabajar en una librería, porque constantemente estás con personas que saben más que tú.

“El ecosistema de las
librerías en Pamplona
es como el Amazonas,
muy diverso, pero muy
amenazado”

“Lo que caracteriza a un
‘best seller’ no es su
calidad, aunque la tenga,
sino la cantidad de dinero
que se mete detrás”.

“Trabajar en una librería
es muy enriquecedor
porque constantemente
estás con personas que
saben más que tú”

LIBROS VS. TECNOLOGÍA

¿Hemos pasado de ‘todo está en los libros’ al ‘todo está en el móvil’?

Sí. Cuando yo estudiaba en Madrid, tenía una hora de tren hasta la universidad (hizo un doctorado inconcluso en
Comunicación Política en la Complutense) y no había smartphones.
¡No he leído más en mi vida! Hoy, en el tren o el autobús, todo el mundo va metido en el móvil. ¡En realidad, estamos leyendo todo el rato! Noticias, diarios on line, Twitter, Facebook... Pequeñas dosis continuas. Pero es una forma de leer totalmente contraria al libro.

¿Cómo afecta esa cultura de lo instantáneo a la lectura?

Lo bueno del libro es que son lecturas necesariamente sosegadas. Tienes que estar callado, no puedes interactuar o discutir si quieres escuchar lo que te dicen. En mi opinión, cuando eres capaz de estar contigo mismo leyendo un libro seis horas, tus reflexiones son más contrapesadas que leer a golpe de tuit. Un libro lo lees. La noticia del móvil la compartes.

¿Responde el auge del cómic o de formados de libros ilustrados o con imágenes a esa nueva forma de leer sin esfuerzo?

No creo. El cómic ha sido siempre muy importante. Porque aporta desde otro sitio. Transmite historias igual que un libro. Aunque, a veces, se ha banalizado como literatura menor. La novela gráfica, como Arrugas, funcionó muy bien. Me explico. Los niños son grandes lectores hasta que llega una edad en que desaparece la ilustración de los libros. Y dejan de leer porque cualquier texto largo ya, de entrada, les parece un rollo.
Es verdad que, en la época juvenil, exceptuando cuatro o cinco sagas, dejan de leer. No sé si es tanto por el formato del libro –obviamente, la lectura sin ilustraciones es más cansada, porque leer es un ejercicio, leer se entrena, es como ir al monte o correr– como por las temáticas. ¡Es muy difícil recomendar un libro para chavales de 13 y 14! Normalmente, porque lo que quieren los chavales no lo quieren los padres. Se está abordando desde la oferta, con historias juveniles sexis y atractivas.
Ahí, el cómic juvenil es muy buena oferta para un chaval que se pega 8 horas en clase y no quiere ver un libro fuera. Además, muchos padres que quieren que su hijo lea no leen. Al final, el que lee es el que lee. Para mí, que los best seller de hoy son las series de HBO y Netflix, ‘literatura’ digital.
El problema es que cada vez hay menos gente que lee. Y eso que la lectura, a diferencia de la música o el cine, es el único espacio cultural donde el gadchet
tecnológico no ha llegado de manera definitiva. Hay cierta resistencia. No se sabe bien por qué, pero el lector digital no compite con el analógico. Al contrario, los que venimos de la cultura analógica somos los que más consumen lo digital. La lectura digital existe porque ya se ha publicado antes en analógico. Por eso los libros digitales cuestan tanto, porque tienen los gastos asociados de la edición original.

Está la piratería...

No estoy tan seguro de que se piratee tanto. Porque la lectura, a diferencia de otros, no es un producto de consumo inmediato. Además, hay muchísimas obras libres de derecho de autor para descargarse de forma gratuita. Por ejemplo, todos los clásicos. Cosa que no ocurre con la música. No puede ser que todavía se valore más el tener un libro físico que coleccionar o revisitar que un fichero intangible por ahí. Para mí, hay dos cosas en la experiencia de lectura analógica que son difíciles de igualar. Primero, la visita a las librerías. Comprar un libro es un hecho cultural. Vas un día, paseas por la librería, hablas con el librero. O lees una reseña en el periódico y lo compras. Vuelves otro día y comentas: no me ha gustado nada, o me ha encantado o ¿tienes más de este autor? Ese feedback desaparece con lo digital.

Ha dicho “dos” cosas.

Sí. Así como en la música –ya sé que los puristas dirán que no– es casi lo mismo escuchar un mp3 que un vinilo, en la lectura no es lo misma experiencia leer una pantalla que un libro. Tocar. Tocar, oler, saber cuánto te queda de un vistazo, consultar una cita bibliográfica, volver atrás, encontrarte un libro en la estantería en la página 20 y decir por qué habré dejado esto aquí... Estableces, digamos, una relación más íntima con el libro. Y más rica.

VA DE LIBROS...
Un clásico: Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez
Un autor: Ryszard Kapuscinski y una autora, Mary Beard
Un cuento: El topo que quería saber quién había hecho aquello en su cabeza, de Werner Holzwarth.
Un libro para regalar: Fakirraren ahotsa, de
Harkaitz Cano (Premio libro en euskera otor-
gado por las librerías de Navarra, recientemente traducido al castellano La voz del faquir).
Un libro para releer: El mundo y sus demonios, de Carl Sagan.
Un libro para olvidar: Mejor, le digo uno para
no olvidar: Navarra. 1936. De la esperanza al terror.
Un libro para reír: El asombroso viaje de
Pomponio Flato, de Eduardo Mendoza.
Un libro para querernos: Sonríe o Muere. La trampa del pensamiento positivo, de Barbara Ehrenreich.
Un cómic: Gerezi Garaia / El tesoro de Lucio, de Belatz.
Un libro para entender el mundo: La hidra de la revolución, de Peter Linebaugh y Markus Rediker.
Un libro para entender España: Por qué fracasó la democracia en España, de Emmanuel Rodríguez.
Un libro para entender Navarra: El corralito foral, de Ivan Giménez.
Ante los pactos postelectorales, qué libro recomendaría a... María Chivite
Javier Esparza
Uxue Barkos
Joseba Asiron
Les recomendaría a todos que pospusieran la lectura de Canción de hielo y fuego (la saga de Juego de Tronos de George R.R. Martin) para después de los pactos.

Librero “circunstancial”

Germán Esparza Larramendi (Pamplona, 25 julio 1978), soltero y padre de dos hijos –un niño de 2,5 años y una niña de 4 semanas– estudió Historia –“porque le gustaba”– en la Universidad de Navarra pero sin buscar conscientemente en ello un futuro profe- sional, fuera en la escritura o la docencia. Después de “pasearse por decenas de trabajos precarios durante toda su vida, desde corrector de textos a barrendero” –disfrutó “más” con lo de barrendero, en Madrid– terminó como librero “circunstancial”, impul- sado por un activismo sociopolítico larvado en su pasión por la historia latinoaméricana. Estuvo en el germen de la cooperativa de iniciativa social que en 2006 fundó La Hormiga Atómica: una original librería en una cafetería en la pamplesa calle Curia. A final de 2013, varios de aquellos socios trasladaron ese concepto a Katakrak, otro proyecto en la calle Mayor, que sumó bar, una librería más amplia y la cesión gratuita de espacios para colectivos de transformación social. Actualmente, son 9 socios trabajadores, en espera de incorporar dos trabajadoras más. Esparza define Katakrak como “un espacio crítico, abierto a todos los discursos emancipadores”. ¿De qué? “De cargas sociales, políticas, económicas, que no deberían estar”. De izquierdas. “Sí, pero más amplio que uno o varios partidos políticos”. Tampoco ácratas. “No soy capaz de poner una etiqueta a Katakrak. Las etiquetas son muy cómodas. Definen muy bien y muy rápido. Pero no logran mostrar la complejidad de los procesos. En Katrakrak, lo que nos define es lo que hacemos”, zanja.



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