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«El cirujano y el pastor» en DIARIO DE NAVARRA

La estadounidense Meg Ostrum firma ‘El cirujano y el pastor’ (Katakrak), que explica cómo el hayedo de la selva fue territorio de huida gracias a la red belga Zèro. La historiadora pamplonesa Ainara Rodríguez es una de las prologuistas

ESCAPANDO DE LOS NAZIS POR IRATI

78 DIARIO 2 I Domingo, 24 de diciembre de 2023

LAURA PUY MUGUIRO
Pamplona
El señor Compains fue un leñador de Ochagavía, uno de tantos que se contaban entre los habitantes de la zona, también pastores, todos tan cerca de la Selva de Irati. Y fue también, junto a varios de los anteriores a ambos lados de la frontera, una de las personas que en 1942 y 1943 ayudó a
escapar de las cámaras de gas por una ruta por el Pirineo a perseguidos por los nazis. Lo hicieron gracias a la red belga Zèro, que tuvo dos nombres claves: Charles Schepens, alias Monsieur Pérot, con el tiempo afamado oftalmólogo belga afincado en Boston, y Jean Sarochar, alias Manech, excombatiente vascofrancés de la I Guerra Mundial y pastor de Mendive. La historia, hazañas y movimientos de la Resistencia en esta zona las narra la estadounidense Meg Ostrum en El cirujano y el pastor, libro que acaba de publicar Katakrak y que prologan dos pamploneses, el artista Iñaki Arzoz Carasusán y la historiadora Ainara Rodríguez Rolán, sobrina nieta del señor Compains y al que descubrió con la lectura de esta obra. “Me llevó a pensar en la relevancia de una historia tan oculta”, se pronuncia sobre la red Zèro, exitosa gracias a que las gentes que vivían en las faldas de las cumbres pirenaicas participaron activamente.

Entre 1940 y 1944, la famosa Red Comète logró evacuar a 878 pilotos aliados a través del Bidasoa, y en año y medio de 1942 y 1943, la red Zèro a más de cien perseguidos por el Reich empleando una ruta entre el valle de Aezkoa y la Baja Navarra: el gran hayedo de la Selva de Irati, entre la Francia de Vichy y la España de Franco, que se convirtió en el paso clandestino de quienes escapaban de la guerra y la tiranía hacia Inglaterra.

Con el libro entre las manos, Rodríguez sintió que leía ficción. “¿Esto es real?”, se preguntó. También sintió fascinación al conocer la vida de estas gentes, el propio pueblo, “intrépidos resistentes” en palabras de Meg Ostrum, “personas normales y corrientes anónimas a ambos lados de la frontera, pastores, leñadores, mugalaris... para quienes la lealtad era muy importante”, añade Rodríguez.

Schepens y Sarochar burlaron a las autoridades colaboracionistas y a la Gestapo durante año y medio gracias a la cobertura que les proporcionó el rescate de una ruinosa empresa maderera, extractora de troncos del Irati para traviesas de tren que se transportaban por teleférico. “Son dos protagonistas totalmente antagónicos”, los describe Rodríguez, “que sin embargo formaron una combinación perfecta: el conocimiento del pastor, sin estudios, de todos los rincones de la montaña y la posición exacta de los gendarmes y los guardias civiles y la sabiduría, inteligencia y perspicacia del cirujano”.

Meg Ostrum (Cleveland, 1950) es consultora de arte y profesional de museos en Vermont que ha trabajado en el campo de la preservación del patrimonio durante más de veinticinco años y que “conoció casualmente la fascinante historia durante unas vacaciones en 1983”, remarca Iñaki Arzoz en su prólogo. Durante dos décadas se concentró en reconstruir minuciosamente este relato, con media docena de visitas a Mendive y otros lugares de Francia y Bélgica, donde localizó a más de treinta personas que conocían directamente la red Zèro, y una veintena de entrevistas al cirujano —para cuando inició esta investigación hacía doce años que el pastor había fallecido—. Esto le permite a la autora narrar en la introducción que para los habitantes de Mendive y los involucrados en la operación secreta del aserradero el astuto cirujano era una leyenda viva, mientras que para este “el auténtico supermán era el infinitamente valiente” pastor Jean Sarochar.

Y precisamente con Schepens como verdadero director de esta vía de fuga, la historiadora pamplonesa destaca la lealtad de quienes le rodearon, fundamental la de Sarochar “a cambio de nada” —“él y otros luchaban por lo que consideraban que era justo, sin plantearse más”—.

Se puede comprender esa lealtad de los miembros y cómplices de la red Zèro, explica la historiadora pamplonesa, por el odio que generó el nazismo en muchos en Francia y el norte de España al haber dividido el país galo y dejar muchas familias desestructuradas; por la Guerra Civil española y el bombardeo de Gernika por parte de la Legión Condor alemana, y porque en la I Guerra Mundial muchas familias del sur de Francia perdieron a hijos,
maridos, nietos...

Es precisamente “lo realmente bien que estaba organizado todo” lo que más ha llamado la atención de Rodríguez. Porque si bien el cirujano era el director de este enclave de fuga, necesitó mucha gente que le apoyara, y “ese secretismo para que no se descubriera qué hacían, ese trabajo en cadena para lograr la salvación de tanta gente” es lo que la historiadora pamplonesa alaba. “Pasar desapercibida, ser vista como gente vulnerable, poco estudiada, facilitó que lograran salvar a mucha gente”, apunta.

Y entre leñadores, pastores y vecinos quiere destacar igualmente el papel de las mujeres, “siempre ocultas” pero con “una labor muy importante, ya que muchas se encargaron de socorrer a todas esas personas que intentaban cruzar el Pirineo, acogiéndoles de forma gratuita y arriesgándose, poniéndose en primera fila, para salvarles la vida” en este camino de Francia a España. De hecho, en el prólogo hace hincapié en otro tipo de migración, a la inversa, que hubo en la zona décadas antes, de 1850 a 1929, “la de adolescentes de entre 12 y 16 años que en invierno iban a trabajar a Francia a la alpargata”. “Las mujeres no suelen ser protagonistas de estos movimientos migratorios cuando son las que están en la base y las que unen de casa en casa”.

Recuperar su memoria

Así como en el lado francés se colocó a finales de la década de los sesenta una placa
conmemorativa, acto al que acudieron el pastor, el cirujano y algunos de sus colegas, en el lado español no hay rastro de esta hazaña. Para Rodríguez, tiene una razón clara: “El pacto de silencio que se dio
en la Transición y por el que mucha gente ha seguido sintiendo miedo por el qué dirán, lo que ha llevado a que se desconozcan historias como esta”.
En este punto la historiadora regresa con la mente a Chile, donde estudió el semestre pasado. “Considero que tenemos que aprender de Latinoamérica: cuando en España murió Franco, en Chile comenzó la dictadura de Pinochet, y hoy han conseguido visibilizar mucho qué ocurrió, abriendo archivos, poniendo el marcha el museo de la memoria, de entrada libre y gratuita, mientras que aquí sigue habiendo documentación a la que no se puede acceder”.

Al sentimiento de leer una ficción y de fascinarle los valores de las personas que aparecen en el libro unió Rodríguez la ilusión de darse cuenta de que “merece la pena” lo que ha estudiado por “sentir el deber de dar voz a gente que no la ha tenido hasta ahora”. Además, mucha gratitud hacia Meg Ostrum, “autora de una investigación profunda, brutal y en la que se ha involucrado tanto, una joya”. Tras redactar su prólogo habla de la suerte de haberse convertido “en mediadora de dar visibilidad al libro”, por sus presentaciones ya en Orbaiceta y Roncal y la próxima en Ochagavía el 26 de diciembre en el Centro de Interpretación de la Naturaleza (18 horas). Graduada este año en Historia y Patrimonio, espera descubrir “más héroes de guerra”. Porque, a pesar de que “es una generación que se está muriendo”, es el modo
de contribuir a la “necesaria recuperación de su memoria, con verdad, justicia y reparación”, como la que brinda la lectura de El cirujano y el pastor.



Libro recomendado:

El cirujano y el pastor

22,00 €

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