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Reseña: POR CUATRO DUROS

POR CUATRO DUROS: Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos
(Barbara Ehrenreich: Madrid, Capitan Swing, 2014)

Acabo de terminar el libro, y mientras paso la mopa le doy vueltas a lo que he leído. A su estilo de escritura fresco y accesible pero con pliegues, con intención. Alejado de los altos vuelos del ensayo político clásico, pero sin renunciar a sus objetivos. Un texto seductor, pero que no es banal. Muy anglosajón, diría.

En todo caso, su mecánica es algo más que un estilo de escritura. Recoge el testigo de un gran aporte del feminismo: la encarnación de los discursos y la puesta en valor de la experiencia cotidiana. Además, hace justicia al propio experimento que hay detrás del texto: la decisión de su autora, Barbara Ehrenreich, de vivir por un lapso de tiempo la vida como trabajadora en los puestos peor pagados de su país.

Pero mientras pienso en su virtuoso juego literario, que narra en primera persona del singular evocando entre líneas un nosotros, me asalta una pregunta. Pienso: “Sí, he disfrutado leyéndolo, me ha sorprendido en parte, pero ¿por qué habría de recomendarlo? ¿cuál es la actualidad del libro?”.

Mmm... la actualidad del libro...

Podría parecer que el salto del charco es tan grande que un libro escrito hace 14 años sobre las condiciones de vida de l@s working poor (trabajador@s pobres) estadounidenses no tendría mucho que ver con nuestras vidas. Sin embargo, el pasillo que limpio es largo, y en un descuido he mojado la mopa, que ahora se arrastra muy lentamente, pesada, lo cual me da algo de tiempo para encontrar algunas claves.

1. El libro muestra que hay salarios tan bajos que no permiten salir de la pobreza. Cuando el empleo es precario y mal pagado, no hay un acceso digno y garantizado a los elementos básicos que permiten reproducir la vida. En EEUU hay más de 20 millones de personas viviendo en caravanas, muchas de ellas con empleo. En el Reino de España, el salario mínimo interprofesional, que cobra un 34% de los asalariados, está en 756,70€ mensuales (12 pagas). Apenas supera la mitad que el salario mínimo francés, por cierto. ¿Qué ocurriría si buena parte de esa gente no tuviera un colchón familiar? Así que, en primer lugar, tenemos un problema con el salario mínimo.

2. Sin embargo, al mismo tiempo que vemos la necesidad de conquistar un salario más digno, quizás tengamos que ir más allá, y preguntarnos si la clave de la lucha es una cuestión salarial. Con unas tasas de paro estructural tan altas, y con un acceso a derechos básicos ligados al empleo, ¿tiene sentido seguir pidiendo más empleo, salarios dignos, etc., o habría que tramar una estrategia que desacople de una vez los derechos básicos a un empleo siempre escaso y cada vez peor pagado? El ejemplo más claro es el acceso a la vivienda, pero con las políticas de austeridad hemos visto que quienes nos gobiernan no han tenido escrúpulos en atacar la universalidad del derecho al acceso al sistema público de salud. Pensábamos que eran conservadores, y sólo eran miserables.

3. En todo caso, y por poner un broche a la reseña, esto de desacoplar los derechos sociales del empleo me suena... ¿no es éste el debate que abre el concepto de Renta Básica?

Imanol Miramón



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